El conspiravirus

Por: Laureano Benítez

La historia de la humanidad ha sido siempre dirigida por unas élites que buscaban controlar a las poblaciones para explotarlas. Paralelamente, se ha desarrollado un movimiento secretista e iniciático que desde su origen en Sumeria y Babilonia ha realizado un control oculto de la historia.

A partir de los Templarios, estas órdenes secretas empiezan a intervenir de una manera más clara en la historia mediante la unión de las élites iniciáticas ―rosacruces, masonería, illuminatis, teosofía, etc.― con las plutocráticas, hasta el punto de que protagonizan los principales hechos históricos, a partir de la Revolución Francesa, infiltrándose en todas las esferas del poder, controlando los gobiernos, las economías, y los sistemas de pensamiento.

Estas élites, de raigambre y confesión satánicas, quieren desde hace tiempo instaurar un Nuevo Orden Mundial, basado en un Gobierno Mundial, mediante el cual hacerse con el control total de los recursos del planeta. Para ello, necesitan controlar a la población mundial, pues ese Gobierno Global será una dictadura tan feroz, que los seres humanos se opondrían indudablemente a ella, oposición que las élites quieren minimizar mediante una política de control absoluto de las sociedades humanas, para así evitar que se rebelen.

Este control de la población tiene como primer objetivo su reducción demográfica  hasta los 500 millones, para hacer más viable esta gobernanza globalista, ya que pueden controlar mejor a masas reducidas en número, y porque, además, la Inteligencia Artificial hace innecesarios a muchos seres humanos. Esta ideología de la eliminación de una gran parte de la población la justifican las élites en  el pensamiento eugenésico y ecológico, de raigambre malthusiana y darwinista.

Esta reducción de la población pretenden efectuarla usando una variedad de medios: fumigaciones, alimentos transgénicos, manipulación del agua, aborto, promoción del homosexualismo, eutanasia, guerras, crisis económicas y hambrunas, pero especialmente a través de pandemias.

Las élites globalistas llevan tiempo anunciando catástrofes de naturaleza vírica, ejecutando simulacros sobre pandemias, exponiendo un conjunto de hechos aparentemente proféticos que se están cumpliendo ahora a la perfección con la pandemia del coronavirus.

Inactivados los agentes patógenos que en un pasado diezmaron a la humanidad, hemos asistido desde el último tercio del siglo XX a la aparición de unas extrañas enfermedades causadas por agentes patógenos nunca vistos con anterioridad, que se han sucedido con mucha rapidez, de misterioso origen, que ya empieza a ser del dominio público que han sido de origen artificial: SIDA, enfermedad de las vacas locas, gripe aviar, gripe porcina, SARS, MERS, Ébola…

La ciencia de la biotecnología actual permite la manipulación de los agentes patógenos, para crearlos, o para modificar en sentido más agresivo agentes preexistentes, usándolos  como armas de guerra bacteriológica. El COVID es un virus creado a partir del SARS, un coronavirus que se desarrolló a fines de 2002 y comienzos de 2003, que tuvo muy escasa incidencia. A partir de él, y sometiéndole a una ganancia de función mediante la inserción de proteínas del SIDA para aumentar su capacidad de contagio, se sintetizó el COVID, en China, pero con decisiva participación del «Estado Profundo». ―A día de hoy, sin embargo, no se ha demostrado que exista el virus, porque aún no se ha aislado, ni purificado―.

La pandemia presenta dos fenómenos reveladores: coincide con la temporada de gripe estacional, y afecta en abrumadora proporción a la población anciana, la que más se vacuna contra la gripe.

Los problemas sanguíneos que provoca el virus permite asegurar que no estamos ante un virus respiratorio típico, sino frente a una reacción inmunológica exagerada provocadora de «tormenta de citoquinas», respuesta que se debe a la introducción en las vacunas de la gripe del virus del COVID ―SARS modificado―, ya que esas vacunas se hicieron cultivando virus gripales en células animales (perro) previamente infectadas con el SARS-COV-2.
El verdadero objetivo es crear una falsa pandemia que, magnificada,
manipulada y exagerada por los medios de comunicación
creara un estado de terror que motivara a la población mundial
a  gravísimas restricciones en sus derechos y libertades
El objetivo del COVID no es tanto  eliminar a mucha gente, ya que su letalidad es muy baja: el 80% de los supuestos contagiados o no presenta síntomas, o son leves, como los de un resfriado común; el 15% presenta síntomas algo más serios; el 5% restante puede presentar neumonías, y de este porcentaje cerca del 1% fallece. Estas cifras no son de una pandemia en absoluto. Pero las últimas investigaciones cifran la letalidad del virus en torno al 0,6%, que no justifica ni una pandemia, ni las medidas desproporcionadas con las que se quiere combatir. La cifra total de muertos en España a finales de julio es inferior a la que se ha producido en años anteriores.

El verdadero objetivo es crear una falsa pandemia que, magnificada,  manipulada y exagerada hasta el infinito por los medios de comunicación creara un estado tal de terror que motivara a la población mundial a  gravísimas restricciones en sus derechos y libertades, a cambio de una supuesta seguridad, hecho que facilitaría enormemente la sustitución de las democracias liberales por dictaduras inspiradas en el modelo chino, objetivo esencial del nuevo orden mundial.

Para la creación de este estado de miedo, la herramienta básica ha sido la realización de test que está demostrado que no tienen ninguna fiabilidad, ya que se han empleado para manipular las cifras, multiplicando las cifras de falsos contagiados, a los que se presenta como enfermos «asintomáticos» contagiadores.

Otro objetivo de la pandemia es llevar a la ruina económica a muchos países, destruyéndolos con deudas que se eternizarán, hasta el punto de que la destrucción de empresas favorecerá su adquisición a precios de saldo por las grandes corporaciones globalistas, depauperando a las clases medias con el fin de crear una gran masa de subsidiados por el Estado, que sobrevivirán con paguitas, incapaces de rebelarse contra los Estados opresores, al depender de sus ayudas.
Este miedo ha sido el argumento del que se han valido los gobiernos
para establecer auténticas dictaduras orwellianas,
justificando sus medidas totalitarias

¿Qui prodest? Este miedo ha sido el argumento del que se han valido los gobiernos para establecer auténticas dictaduras orwellianas, plenamente insertas en el Nuevo Orden Mundial, justificando sus medidas totalitarias con el pretexto de la «seguridad»: confinamientos, mascarillas, distancia de seguridad, controles biológicos, cierre de parlamentos, censura de prensa, geolocalización, identificación digital, eliminación progresiva del dinero físico, pasaporte sanitario, COVI-PAS, medidas biométricas, restricciones a los derechos de circulación, derecho de reunión, etc…

La verdadera reducción de la población mediante el COVID tendrá  lugar de dos maneras: en primer lugar, las medidas sanitarias establecidas a golpe de multa por las autoridades tienen como objetivo destruir el sistema inmunológico de la población, impidiendo el contacto con los microbios del exterior con el fin de que se debilite nuestra inmunidad, de ahí las desinfecciones compulsivas, los confinamientos, las mascarillas, y la distancia social. Además, el uso desmedido de las mascarillas provocará graves efectos secundarios en la salud. Por otra parte, se ha demostrado científicamente que las mascarillas no pueden protegernos en absoluto de un virus de tamaño nanoscópico, pues si se pretendiera evitar su absorción con mascarilla, ésta tendría unos poros tan pequeños que nos asfixiaría rápidamente.

La segunda estrategia para reducir y controlar a las poblaciones es la vacuna, ya que, aparte de la implementación de dictaduras, el otro gran objetivo del COVID es torturar psicológica, social y económicamente a las poblaciones para forzarles a que se sometan a la vacunación del COVID, creando unas circunstancias tan tremendas de limitación de libertades, que las masas supliquen por una vacunación que les devuelva la antigua normalidad.

Esta vacuna está orientada a la creación de enfermedades (especialmente el cáncer, ya que se trata de una vacuna que manipula el ADN), a la esterilización masiva para reducir la población, y, por último, a la introducción en el cuerpo humano de mecanismos nanotecnológicos en forma de chips, los cuales, en estrecha conexión con la inteligencia artificial, posibilitarán el control de las mentes, y el acceso sin restricciones a todos los datos que conforman nuestra identidad.

Aparte de la nocividad que tiene, como toda vacuna, la vacuna del COVID tiene unas características especiales, que la hacen peligrosísima: se pretende desarrollar en 6 meses, cuando lo normal son 6 años; es una vacuna genética, y nunca en la historia se ha aprobado ninguna vacuna de este tipo, por sus riesgos; nunca se ha hallado una vacuna contra ningún coronavirus; la misma vacuna de la gripe, después de tantos años, no evita que cada año mueran cientos de miles de personas en el mundo; el virus ha experimentado ya bastantes mutaciones.

A menos que las masas se rebelen contra tanta opresión, jamás volveremos a la antigua normalidad, a la de siempre, ya que la «nueva normalidad» irá incrementando su totalitarismo progresivamente, hasta desembocar en el NOM: vendrán más oleadas, más ruina económica, más medidas policiales, más censura…: ACABA LA VIDA Y EMPIEZA LA SUPERVIVENCIA.