La ilusión de tocar el piano y conseguirlo
Por: Miguel García
En la puerta de Atocha de Madrid podemos ver, hasta el 31 de marzo, la exposición ‘Música es Salud’. Allí se ha instalado también un piano de cola donde se realizan microconciertos y muchos de los viajeros se paran a disfrutar el momento. El binomio música y salud tiene todo el sentido del mundo científicamente, eso lo sabemos. En cuanto a tocar el piano, lo he podido comprobar, cuando observamos a un profesional, nos quedamos eclipsados por sus movimientos de manos y el sonido tan característico que nos envuelve. El primer pensamiento que surge, se verbalice o no, es el deseo de saberlo tocar.
¿Cuántos vídeos habrá en YouTube de personas tocando el piano? No lo sé. ¿Millones, quizá? La mayoría de vídeos que veo son bastante parecidos. Un virtuoso tocando piezas de extrema dificultad a velocidades de vértigo y con ejecuciones impecables. O niños prodigio que parece que aprendieron a tocar el piano incluso antes de nacer y que nadie se explica cómo pueden tocar de esa manera, cuando a su edad lo que les correspondería sería pintar garabatos sobre un papel. También encuentro tutoriales, muchísimos, de chicos, más o menos jóvenes, que se dedican a enseñar cómo tocar determinadas partituras.
Pero al margen de todo esto, hay un gran cantidad de personas menos visibles, pero que consideran el piano como algo muy importante en sus vidas. Y me refiero a las que ya han cumplido 60, 70 u 80 años y que todos los días dedican un buen rato a tocar este instrumento. No son jóvenes, ni virtuosas, ni hacen tutoriales… pero aman el piano.
En numerosas ocasiones me han preguntado si se puede comenzar a tocar el piano de adulto. Pero de adulto mayor. Y, para mí, la respuesta es tan sencilla como mencionar lo que hace cualquiera de mis alumnos de esas edades, que ya lo están realizando. Sí, así de “fácil”.
La ilusión de tocar el piano es algo que acompaña a muchísimas personas a lo largo de sus vidas. Algunos aprendieron un poquito de niños o de jóvenes; otros, sencillamente lo pusieron en su lista de tareas pendientes. Y allí ha estado ese deseo toda la vida, esperando su oportunidad. Pero claro, los estudios primero, el trabajo después, los hijos y, en definitiva, todas las obligaciones que vamos teniendo y adquiriendo van dejando ese objetivo en la sombra porque, no nos engañemos, para aprender a tocar el piano hay que dedicarle tiempo.
Sin embargo, existe un mito de que hay que tener algo muy especial para poder tocar un instrumento, un don. Aunque también hay que tener un don –y mucho trabajo detrás– para correr 100 metros en menos de 11 segundos. Solo unos pocos lo consiguen, pero ¿qué me dicen de los millones de personas de cualquier edad que salen todos los días a correr, sin más pretensión que hacer un poco de ejercicio y pasar un buen rato? No hay que tener ninguna habilidad para hacer eso. Y, desde esa mirada, tampoco para tocar el piano.
Todos sabemos que el paso de los años va modificando nuestro cuerpo y nuestras capacidades. He enseñado a gran cantidad de niños y adultos y puedo asegurar que, las capacidades necesarias para tocar el piano, como pueden ser la constancia, la disciplina, la paciencia, la resistencia a la frustración, la organización, etc., están infinitamente más desarrolladas en los mayores que en los más pequeños. Además, en general, una persona de edad avanzada suele disponer de un tesoro que difícilmente se consigue a otras edades: el tiempo. Es muy raro encontrar un estudiante aficionado al piano que pueda dedicarle suficientes horas como para aprender a buen ritmo.
Y, por otra parte, al margen del placer de poder interpretar música por uno mismo, el tocar un instrumento como el piano también ayuda a ejercitar el cuerpo, tanto física como mentalmente, desarrollando más agilidad mental y corporal. Sin olvidar otro factor que me parece fundamental: la ilusión. Hace unos días me contaba un alumno de 85 años: “No quiero morirme sin antes haber tocado unas cuantas canciones a mis nietos”. Me parece maravillosa esa ilusión por seguir aprendiendo a cualquier edad. Y, lo mejor de todo –lo veo cada día–, tachar de nuestra lista ese deseo, es totalmente posible.
Miguel García
Profesor de piano on-line