La ministra podemita en la Gran Manzana
Por: El Vigía
La ministra de Igualdad, Irene Montero, en vez de dimitir por estar en contra de la mayoría de los acuerdos del Consejo de Ministros, ha optado por realizar un viaje de lujo a bordo del Falcon con destino a Nueva York, la máxima representación del capitalismo al que tantos ascos hace aparentemente la podemita.
La ministra a la que mandó callar la portavoz del Gobierno ha dado una vez más una muestra de pragmatismo político. Que no puede opinar en contra de la cumbre de la OTAN, que no puede protestar por la matanza de emigrantes en la valla de Melilla, pues se va de compras a Nueva York y se lleva a parte de su equipo del Ministerio, porque su equipo completo no cabe en el Falcon que pagamos todos los españoles con los impuestos que nos sube el Gobierno sanchista-progresista del que forma parte Montero. La que constituía con su compañero Pablo Iglesias el ariete contra la casta política corrupta de toda la vida. En realidad su objetivo ya se ha visto que consistía en ¡quítate tú que me pongo yo!
Pedro Sánchez, ya en la cuesta abajo y sin frenos de su mandato, calla y traga. Los podemitas se ríen de él. Saben que no les puede echar del Gobierno porque entonces quien cae es el anfitrión de Joe Biden, aquél presidente de Estados Unidos al que persiguió mendicante por un pasillo durante 29 segundos para lograr un mísera foto que exhibir en sus televisiones y medios comprados.
Algún diputado ya ha pedido cuentas a la ministra Montero para que explique su lujoso viaje a la Gran Manzana. En vano. No hay motivo alguno. Simplemente, la ministra podemita quería experimentar un fin de semana de compras y de marcha en Nueva York a cargo del contribuyente que no llega ya no a finales de mes, sino a mediados de mes por la subida de todo.
Si de verdad quisiera ejercer de ministra de Igualdad, Irene Montero podía haber elegido cualquier país de mayoría musulmana, desde el cercano Marruecos, hasta Afganistán, pasando por Egipto, Irán, Irak, Arabia Saudí o India y Pakistán, para predicar la igualdad entre hombres y mujeres, unas mujeres sin derecho alguno y sometidas a la voluntad del hombre machista hasta la muerte. Pero, claro, eso es mucho pedir a una mujer que vive de la mentira y de la propaganda, pero que viaja en Falcón a la capital del mundo capitalista.