Relatos Itinerantes
Entrevista a Miguel Vallés
por la publicación de su libro Relatos Itinerantes
«Viajero, no hay viaje, se hace viaje al viajar»
¿Para usted qué significa la escritura? ¿Qué hay ahí que no encuentre en otras partes?
A estas alturas, puede parecer una cursilería, pero yo de niño tenía dos vocaciones: hacer carreteras y escribir. Lo primero me llevó a estudiar Ingeniería de Caminos, etc. y, lo segundo, a adquirir un estilo personal que me acompañó en las redacciones y exámenes. Decidí ejercer de ingeniero (aunque acabé convertido en gestor) y no dejé de compaginarlo con la lectura, la lingüística y la escritura. Esta me surge, me satisface, me ayuda a entender el mundo y a mí mismo.
En el juego de la literatura, donde quién se deja engañar gana más que el incrédulo, ¿qué papel juega la imaginación en su obra? ¿Y los recuerdos?
La imaginación es fundamental y por eso mis novelas discurren por argumentos alejados de mis vivencias (y que así pasan a ser parte de mis vivencias). En el caso de los relatos, los recuerdos sustentan el contexto, si bien elijo sólo aquellos con los que hilvanar una historia novelable y entretenida.
«Decidí ejercer de ingeniero (aunque acabé convertido en gestor) y no dejé de compaginarlo con la lectura, la lingüística y la escritura.»
El viaje, el desplazamiento, la geografía, ¿qué lugar ocupan en su última obra?
Mi última obra, iniciada a la par y como consecuencia de la pandemia, me sirvió para compensar la falta de viajes, para mi estado anímico necesarios, pues son el contrapeso de la rutina que desprende el día a día y en aquel lado de la balanza aprendo cosas nuevas, conozco personas diferentes y me ensimismo en situaciones intensas. Viajero, no hay viaje, se hace viaje al viajar.
«Esta obra, iniciada a la par y como consecuencia de la pandemia, me sirvió para compensar la falta de viajes»
Cortázar decía que el equivalente de un cuento en geometría sería el círculo, porque cierra perfectamente y tiene una longitud determinada. ¿Sus relatos breves tendrían la cualidad de cuento? ¿Por qué?
No sé hasta qué extremo lo habré conseguido, pero mis relatos itinerantes pretenden ante todo ser literatura, al margen de su corta longitud; es decir, son cuentos por definición. Formalmente contienen planteamiento, nudo y desenlace y descriptivamente varían en su temática: suspense, ternura, asombro, felicidad, pesadumbre, didáctica… Son cuentos por derecho.
¿Le gusta más escribir o leer? ¿Cuáles son sus referentes?
Me encanta leer y he leído muchísimo, quizás demasiado, aunque no escribo como consecuencia de mis lecturas o influido por ellas. No tengo referentes, aparte de mi propio parecer. Disfruto de Joyce, Kafka, Cervantes, Proust, Ngozi Adiche, Monzó y el largo etcétera de quienes, cada uno a su manera, me enganchan y no me sueltan hasta el final.
¿Cuál es su método de trabajo?
La primera fase, en las novelas muy larga, se desarrolla en el intelecto, que se dedica a plantear un esbozo. Para el papel en blanco, un bolígrafo. En periodos dispares y sucesivos voy pasando al Word e imprimiendo. Y repasando, rehaciendo, reescribiendo, cambiando y así sucesivamente. En ocasiones, los personajes me convencen de lo equivocada de la idea inicial.
«La literatura me surge, me satisface, me ayuda a entender el mundo y a mí mismo»
¿Cómo definiría su prosa?
Es personal e intransferible. Identificable. Que sea buena o mala es otra cuestión, cada lector es soberano de sus gustos. Procuro adaptar la forma a la situación descrita, intentando que la cadencia de las palabras se acomode al ritmo del texto, que la estructura de las frases se adapte al momento del argumento, que el lector se sienta acompañado en su camino.
«Mi prosa es personal e intransferible. Identificable. Que sea buena o mala es otra cuestión,
cada lector es soberano de sus gustos».