¿De verdad trabajan por el ciudadano?
Por: El Vigía
Cuando se oye a un líder político presumir de que trabaja por el bien común, por los ciudadanos, cabría preguntarse si dicha expresión es sincera, o se trata de una mera declaración de intenciones. Desgraciadamente, la realidad nos lleva a no creer tales enunciados en la mayoría de los casos.
Centrándonos sólo en esta convulsa legislatura en España, se podrían contar por decenas los ejemplos de casos en los que los políticos lejos de trabajar por el bien común, miran exclusivamente por sus intereses.
¿De verdad trabajan por el ciudadano cuando planifican, defienden y aprueban una ley fallida como la del ‘sí es sí’? No sólo no miraron por el bien común al que decían servir, en este caso las mujeres víctimas de violencia sexual, sino que han beneficiado a día de hoy a más de 500 condenados, cifra que alcanzará previsiblemente los 4.000. La responsabilidad no hay que focalizarla sólo en la ministra Irene Montero, madre política del dislate, sino en todo el Consejo de Ministros -con Pedro Sánchez a la cabeza- y en los 205 diputados que la aprobaron. Y, sin embargo, nadie dimite.
¿De verdad trabajan por el ciudadano cuando modifican el Código Penal para beneficiar a quienes han dado un golpe separatista en Cataluña? Les han concedido indultos, rebajas de penas y, lo peor, han dejado al Estado indefenso ante un posible nuevo intento de declarar la independencia de una parte de España. Así lo ha denunciado el Tribunal Supremo, pero nadie ha dimitido. Verdaderamente es muy grave socavar los cimientos del Estado de Derecho para mantenerse unos meses más en la poltrona del poder apoyado por los beneficiarios de esa felonía.
¿De verdad trabajan por el ciudadano cuando decretan el cierre del Congreso y el confinamiento de la población simplemente para eludir los controles democráticos? Medidas adoptadas por Sánchez y declaradas ilegales por el Tribunal Constitucional, sin que el presidente mostrara el mínimo sonrojo y nada de dimisiones, por supuesto.
¿De verdad trabajan por el ciudadano cuando ante una inflación desbocada su única ocurrencia es bajar el IVA de unos alimentos y de otros no y atribuir toda la responsabilidad a los empresarios, a quienes ponen en la diana por pretender tener beneficios?
¿De verdad trabajan por el ciudadano cuando con sus caducas políticas intervencionistas tratan de controlar el mercado inmobiliario? Sus propuestas de topar los precios de la vivienda y de los alquileres han dejado a mucha gente sin posibilidad de encontrar un techo, consiguiendo el efecto contrario al supuestamente deseado.
¿De verdad trabajan por el ciudadano cuando gran parte de sus políticas se basan en la concesión de ayuditas que, más que atajar un problema, es pura propaganda? Hay medidas que más que el bienestar social lo que persiguen es mantener como rehenes a millones de personas, convertidas en víctimas del populismo de quienes les gobiernan.
Por casos como los expuestos, cuesta creer que la clase política esté al servicio del bien común; si hasta terminológicamente hemos sido degradados al término despectivo de gente, es decir una pluralidad de personas, pero a las que se ha privado del concepto de ciudadano, que lleva aparejado que es titular de derechos políticos.
Si al frente de las instituciones y de los partidos políticos hubiera algún estadista, que no lo hay, trabajaría por buscar soluciones a los problemas años antes de que estos se plantearan sin esperar rédito electoral alguno. Desgraciadamente, el panorama actual refleja enfrentamientos cainitas, donde la palabra y la razón han sido suplantadas por el griterío, el insulto y la descalificación gratuita del adversario. Por ello, la clase política está necesitada de una profunda regeneración, que tendría que establecer como objetivo real el auténtico servicio al pueblo, y superar estos tiempos en los que muchos se sirven de la buena voluntad de ese pueblo para aferrarse a la poltrona.