Espido Freire reivindica a mujeres sin historia gloriosa en ‘Llamadme Alejandra’

GANADORA DEL PREMIO AZORÍN

La escritora Espido Freire recupera a la última zarina en la novela ‘Llamadme Alejandra’ (Planeta), con la que el mes pasado recibió el Premio Azorín 2017.

“Ha llegado el momento de reivindicar a las mujeres que tienen una historia diferente a la ejemplar o gloriosa que nos han contado”, ha señalado la autora durante un coloquio que ha mantenido con el escritor y periodista Javier Sierra para presentar esta novela, que publica en el centenario de la revolución de 1917.

‘Llamadme Alejandra’, que ha llegado esta semana a las librerías españolas, es en palabras de la autora “una danza de la muerte”, pero también “un recuerdo de que ya sean poderosos o no, la vulnerabilidad está gravemente penada en esta sociedad”.

La novela arranca con el momento en el que esta mujer, madre de cinco hijos, despierta de madrugada en un pueblo de Siberia ante un nuevo traslado sin saber lo que va a ocurrir, a diferencia de los lectores, quienes, tal y como ha indicado la escritora, “no están acostumbrados a novelas optimistas” y no se encontrarán en esta ocasión con “una excepción”.

Freire describe a Alejandra Fiódorovna como una mujer de “sensibilidad patológica” que era “el eje” de su familia y que tiene interés cuando uno la mira y la escucha. “La adoraban y su marido no daba un paso sin ella, pero fuera era odiada y su suegra no la tragó en su vida. Vivía en una popularidad no deseada y también funciona como una bisagra: carecía de la grandeza de las zarinas”, ha señalado la escritora.

En cuanto a Nicolás II, su marido, ha señalado que fue “un buen hombre” que si hubiera estado “en su mano” nunca habría hecho daño a nadie. Tenía una “educación espartana”, era un hombre “profundamente equilibrado y profundamente mediocre. Era un buen padre y marido, pero no podía gobernar”, ha señalado.

EL DESTINO, LO INEVITABLE Y ETA

Freire ha indicado que como autora, el “destino” es un elemento “muy jugoso”, sobre todo en la novela histórica en la que por lo general el autor es fiel “a los hechos acontecidos”. “Al interpretarlos todo tiene un orden, pero Alejandra es ajena a lo que ocurre, no puede ver el panorama, así que nos refugiamos en la suerte”, ha explicado.

A su juicio, esta familia “estaba condenada” y había “circunstancias inevitables” en torno a ellos, por lo que cree que “ni ella ni alguien con más personalidad habría podido sobrevivir”. En este sentido, ha señalado que vincula este hecho con un “sentimiento muy profundo autobiográfico”.

“Crecí en el País Vasco, en un entorno en el que la banda que ha anunciado su desarme estaba en auge”, ha indicado la escritora, quien ha explicado que entonces existía la “sensación” de ser “frágil” y de que el capricho de otros podía “torcer la vida”. “Torció la vida de mucha gente, muchas esperanzas. Lo viví y absorbí hasta que me fui, y esa es la sensación de la novela: no puedes escapar de lo que te está esperando. Vamos buscando recursos neuróticos para sustituir la seguridad de la que carecemos”, ha señalado.

La escritora ha recordado que a nivel personal ha pasado unos “años duros” en los que ha sufrido “una depresión importante” relacionada con su “manera de ver el mundo” y enfrentarse a los “dolores”, pero ha señalado que ha aprendido de ello y lo ha dejado “atrás”