La sonrisa de la Bestia

Por: Laureano Benítez

Hay muchos tipos de sonrisa: la sonrisa de la esfinge, la sonrisa etrusca, la sonrisa profidén, y también tenemos otra que, no por ser menos conocida, es la más importante en estos tiempos apocalípticos: la sonrisa de la Bestia.

¿Quién esa Bestia, que también tiene su día, su reino y hasta su profeta?: podemos llamarla Anticristo –Maitreya, dicen algunos–, pero Satanás también le cuadraría bien, porque no hay Diablo sino Satanás, y el Anticristo es su profeta.

Esta Bestia es quien dirige hoy día el mundo, aunque en realidad es el príncipe de este Planeta desde hace tiempo. Aún no ha dado la cara, pero no tengan ninguna duda de que las plandemias, las guerras, las crisis económicas, los kambios klimáticos, la nanotecnología, las blasfemias, la apostasía y la madre que los parió se deben a su perniciosa influencia y a su malévola actividad.

Y, ¿cuándo sonríe esta Bestia apocalíptica? Pues lo que le produce más cachondeo no es que la gente acuda a los pinchódromos, ni que sus siervos entreguen a sus hijos al monstruoso Leviatán corruptor de los centros de enseñanza, ni que las muchedumbres voten  a los correveidiles puestos ahí por la misma Bestia, ni que acepten el chipeo a masalva, ni otras cosas con las que hacen el juego al bestial Nuevo Orden Mundial…

No: lo que a la Bestia le produce jolgorio y rechifla es comprobar que sus abducidos y lobotomizados colaboran con su programa destructor y robador de almas con alegría, con entusiasmo, en actos impresionantemente solidarios, altruistas, buenistas y progresistas. Pues, a fin de cuentas, la Bestia ha dado a las masas lo que ellas mismas han pedido, lo que ellas mismas desean.

Cuando alguien paga con el móvil en los comercios, la Bestia sonríe, porque dentro de poco eliminarán el dinero físico, vendrá la moneda digital, y no se podrá comprar ni vender sin un chip –la marca de la Bestia–que controlará nuestras vidas por completo… pero el ciudadano colaborará en esto con orgullo, porque estará participando del progreso que es una barbaridad, y porque, ay, es un fastidio sacar el monedero y contar el efectivo.

Cuando el ciudadanito va a los pinchódromos a inokularse el brebaje de la Bestia, va henchido de satisfacción, porque cree que así evitará a la Parca, y, además, está haciendo un acto solidario a lo boy scout. Así, cuando venga la putimarca de la putiBestia, se dejará chipear, faltaría más… y la Bestia sonríe.

Cuando el borreguillo en flor quiere sol porque está en la playita, o porque ese día va a una fiesta campestre, o porque se casa fulanito de sus amores, pues amará los avioncetes que disuelven las lluvias, arrasan las nubes, y hacen piruetas graciosas en el cielo, dejando tras de sí colas que parecen de un vestido de novia. ¡Ay, sí, que la lluvia nos moja, nos estropea las fiestas…!

Cuando el ciudadanete ejemplar acude a las urnas, participando feliz en la fiesta de la libertad, de la democracia superguay, la Bestia sonríe, pues se apercibe que la gente buenista no sabe que esa fiesta no es sino su akelarre particular.

Cuando el cívico corderillo se apresta a sacrificarse con altruismo para salvar el Planeta del carbonovirus, exhibiendo como medallas que ahorra y ahorra energía, que obedece sin rechistar la dictadura ecoterrorista, la Bestia sonríe, porque sabe que con la mentira climática sus chambelanes nos quitarán la bolsa, el coche, la carne, y la dignidad.

Y sonríe la Bestia, con sonrisa triunfal que anuncia ya carcajadas primorosas, al ver la estupidez humana, la imbecilidad de los borreguillos, que lamen sus barrotes, que besan sus cadenas, que no tendrán nada, pero serán felices.

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