Prometo seguir mintiendo

Por José Antº Mtnez. Vega

Pedro Sánchez ha culminado su proceso de investidura como presidente del Gobierno en un acto en el Palacio de la Zarzuela donde ha prometido guardar y hacer guardar la Constitución como norma fundamental del Estado, y sin sonrojarse lo más mínimo, porque lo que de verdad estaba jurando el inquilino de la Moncloa es seguir mintiendo con tal de mantenerse en el poder. El gesto serio del Rey lo decía todo.

El acto de jura o promesa del cargo de presidente del Gobierno forma parte de la liturgia democrática y no es algo banal. Por el contrario, es un acto solemne que se celebra ante las primeras autoridades del Estado y en el que uno se compromete nada menos que a cumplir y hacer cumplir la Constitución y la ley. Y es lo que ha hecho por tercera vez Pedro Sánchez, con gran desparpajo y ya con mucho entrenamiento, porque si algo ha caracterizado sus mandatos anteriores es que ha incumplido todo lo prometido, lo que le convierte en un presidente mentiroso y sin credibilidad, aunque lograra 7,5 millones de votos y se haya convertido en el primer presidente que llega al Gobierno pese a perder las elecciones.

El acto de La Zarzuela cierra uno de los episodios más oscuros de la democracia. Tener que escuchar de un político que ha hecho de la mentira su divisa la fórmula de “Prometo por mi conciencia y honor cumplir fielmente las obligaciones del cargo de presidente del Gobierno, con lealtad al Rey, y guardar y hacer guardar la Constitución como norma fundamental del Estado”, hiela la sangre de cualquier español bien nacido.

El gesto serio de Felipe VI lo decía todo. Seguramente el Rey estaba pensando cómo ha llegado Sánchez a renovar el mandato presidencial. Y sí, lo ha hecho asociándose a todos los partidos cuyo denominador común es su odio a España y a la Corona. En su mano tuvo Felipe VI no haber designado a Sánchez candidato a la presidencia. Algunos dirán que no podía hacer otra cosa, pero lo cierto es que la propia Constitución atribuye al Rey el papel de árbitro y moderador. Podía haber optado por la repetición de las elecciones teniendo en cuenta que el candidato socialista perdió los comicios del 23-J y si sumaba, como ha acabado sumando, es gracias al apoyo de los separatistas catalanes, de los hedederos de ETA y de los nietos de Stalin, todos ellos grandes defensores de la unidad de la patria, de la Corona, de la Constitución y del Estado de Derecho, ironía al margen.

Sánchez ha vuelto a demostrar que es un personaje que no tiene principios ni valores. No siente escrúpulos cuando delante del Rey promete la Constitución y, sin embargo, acaba de ser investido porque ha comprado los votos de Puigdemont y del resto de partidos anti-España que pretenden destruir la Carta Magna del 78. Ya les ha regalado una amnistía ilegal y anticontitucional aceptando además el relato mentiroso de los separatistas y dejando a los jueces y fiscales a los pies de los caballos cuando lo que hicieron fue defender honrosamente la ley y el Estado de Derecho. Ahora, mientras prometía la Constitución ante el Rey, ya estaba pensando cómo conceder a Puigdemont el referéndum para que Cataluña alcance la independencia mientras todos los españoles pagamos los gastos de la fiesta catalana.

No cabe mayor traición a la Constitución y a la ley, esa que acaba de prometer sin sentir un mínimo de vergüenza sabiendo que es una más de las mentiras que caracterizan su forma de hacer política. Pero Sánchez se permite el lujo de reirse del líder del PP, a quien da clases de cómo gobernar sin ganar unas elecciones. “Usted no gana porque sólo tiene el apoyo de Vox”, ha dejado dicho en la tribuna del Congreso, acompañado de unas risas histéricas impropias de un dirigente político, mientras él se jacta de saber cómo conseguir mayorías, partidos que se aprovechan de su debilidad para mantenerle como rehén de sus políticas separatistas y antiespañolas. El Rey ha sido testigo directo de cómo Sánchez ha prometido sobre un ejemplar de la Constitución seguir mintiendo a todos los españoles, diciendo una cosa y haciendo la contraria.