Tal como éramos: del Dragon Rapide al Dragón Rojo
Por: Laureano Benítez
No cabe duda de que estamos en una época volandera, donde la volatilidad general es un espectáculo presente en multitud de ámbitos. Durante milenios, solamente las aves se desparramaban por los aires, después llegaron los aviones y, hoy en día, tenemos virus que vuelan una barbaridad, satánicas ondas electromagnéticas que ponen sus larvas lobotomizadoras en los cerebros de los borregati ―ya no vuela nada sobre los nidos de los cucos por la sencilla razón de que ya no quedan cucos en borregolandia—.
Y es digno de mención que nos estén haciendo un «Cyber-Poligon» tan apotéosico, que los alimentos estén volando de las estanterías, mientras los precios son arrebatados a las nubes de la estratosfera, y más alláaa… En cuanto a las libertades, son aquellas cosas que el viento se llevó, dejando una Tara absolutamente distópica, orwelliana, dantesca, en la que vuelan hasta las jeringuillas ponzoñosas…
Mas hay otros vuelos, otros seres planeando sobre los establos de los borregos, otros flap-flap.
Si tuviera que exponer cuál es el denominador común de los casi mil artículos que llevo escritos desde el día que apareció el coletudo de Galapagar-Vallekas hasta el día presente, afirmaría sin dudar que la llave maestra de mis escritos, su originalidad más primordial, es la de señalar de continuo, sin tapujos, a quien es el causante de todos los males que afligen a la humanidad en esta época oscura: el Señor de las Moscas, entronizado en Monte Pelado, hasta el punto de que raro raro es el artículo de mi autoría donde no aparece. También suelo llamarle Bafomet, el cual, además de su hermafroditismo tal que LGTBI luce dos esplendorosas alas.
¿Vuela Bafomet con esas alas? Si es así, ¿por dónde vuela? ¿Qué diablos —nunca mejor dicho— busca con sus volanderías?
¿Alguien le ha visto volar? Posiblemente son muy escasas las personas que han contemplado sus acrobacias aéreas, pero seguro que estos espectadores privilegiados pertenecen a alguna secta tipo «Skull and Bones», «La Tabla Redonda», «Golden Dawn», y etc. Pero, si en vez de buscar los vuelos bafométicos elegimos contemplar otros vuelos idénticos, un escalofrío de horror recorrerá nuestro espinazo.
Es una verdad meridiana que, si pudiéramos ver con los ojos del espíritu, veríamos con terror que hay dimensiones y planos llenos de espantajos diabólicos, de seres monstruosos que parecen salidos del mismo infienno, de anfisbenas y endriagos, de asmodeos y gorgonas, de íncubos y súcubos, de horrendos demonios que buscan la perdición de las almas.
Siempre han estado volando por ahí, pero, desde que la mafia satánica que conspira por el Nuevo Orden Mundial aceleró sus razzias abriendo las compuertas para sus demoníacas creaciones —cambios klimáticos, terrorismo fundamentalista, cojonavirus, juegos del hambre, y guerras—, la volandería luciferina ha descendido en masa sobre la humanidad como una plaga de maléficas langostas epatantemente apocalíptica, pues son estos seres abyectos los que roban el alma a los borregos para llevarlos al Tártaro, mientras los oligarcas montepelati roban todo lo demás.
Sin embargo, hay un vuelo demoníaco que sí se puede observar a simple vista, en vivo y en directo: el del Dragón Rojo, ese bisho que se pasea como Satanás por su casa en los programas del inefable Risto Mejide. Es aterrador contemplar cómo aparece en la pantalla central, voleteando y escupiendo su fuego infernal.
¿Qué diablos hace ese Dragón en un programa de tertulia informativa? ¿Por qué el Mejide ha elegido ese símbolo para sus programas? ¿Es ese Dragón acaso su mascota, y por eso le pone ahí, como quien saca a pasear al perrito? Me parece que no, pues ese Dragón tiene tomate, y del bueno.
Porque, damas y caballeros, supongo que sabrán quién es ese Dragón, y lo que representa. Por si acaso, aquí tienen una cita del Apocalipsis: «Luego apareció en el cielo otra señal: un gran dragón rojo que tenía siete cabezas, diez cuernos y una corona en cada cabeza. Con la cola arrastró la tercera parte de las estrellas del cielo, y las lanzó sobre la tierra. El dragón se detuvo delante de la mujer que iba a dar a luz, para devorar a su hijo tan pronto como naciera». (Apocalipsis 12:3-4)
Y, por si les quedase alguna duda, ahí va otra cita apocalíptica: «Y fue arrojado el gran dragón, la serpiente antigua que se llama el diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero; fue arrojado a la tierra y sus ángeles fueron arrojados con él». (Apocalipsis 12:9)
O sea, en román paladino: el Dragón Rojo es el mismísimo Satanás, y se asoma tooodos los días en los programas de Risto. No cabe duda de que este señor es un gottalent, que, a pesar de saber a quién diablos representa el dragoncito, nos lo mete en el salón de estar, como quien nos hace un numerito circense con palomas amaestradas, o como quien pasea con una pantera negra por un parque infantil. Hasta ver ese monstruo uojo asomarse por la telepantalla, solamente había oído hablar del vuelo del «Dragon Rapide», el avión en el que Franco voló desde Gran Canaria a Tetuán los días 18 y 19 de Julio… pero eso es otra historia, ¿verdad?
¿Estará jugando Risto a ser el Khaleesi de algún trono oculto? Y, ¿por qué suele usar fondos rojos para sus programas? Uojo que te quiero uojo, uojo viento, uojas ramas, el barco sobre la mar, y Risto en su programa…
Mas, a pesar de todo, debemos estar agradecidos al Risto este, porque es el único presentador, el único personaje de las telemierdas que se atreve a decir la verdad sin tapujos, sin dobleces, mostrando impúdicamente sus poderes, diciendo la verdad rotunda, y mostrándola al mundo: las televisiones son entes absolutamente satánicos, poseídas hasta el tuétano por entidades oscuras del inframundo, que se pasean y vuelan con descaro por los platós, chupando energía a los borregomatrix que asisten babosos a sus performances, abduciendo sus almas a la vez que aplanando sus cerebritos, emasculando su libertad y su inteligencia.
O sea, que Risto, el que dice que Todo es Mentira, resulta que dice una verdad como un Monte Pelado, y la muestra: el Dragón Rojo es quien gobierna hoy el mundo.
En el Apocalipsis se afirma que este Dragón «tenía siete cabezas, diez cuernos y una corona en cada cabeza». Tremendo esto de los diez cuennos, porque en el libro del profeta bíblico Daniel se habla de cuatro Bestias, de las cuales la cuarta es sumamente inquietante, pues también tiene diez cuennos: «He aquí la cuarta bestia, espantosa y terrible y en gran manera fuerte, la cual tenía unos dientes grandes de hierro; devoraba y desmenuzaba, y las sobras hollaba con sus pies, y era muy diferente de todas las bestias que vi antes de ella, y tenía diez cuernos».
Mientras yo contemplaba los cuernos, he aquí que otro cuerno pequeño salía entre ellos, y delante de él fueron arrancados tres cuernos de los primeros; y he aquí que este cuerno tenía ojos como de hombre, y una boca que hablaba grandes cosas». (Daniel 7:1-8).
¿Saben quién este cuerno? Oh, sí: el Anticristo. Atentos…
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