Viaje al País de los Blancos
Joven de Ghana que cruzó el Sahara y llegó en patera
Después de cuatro años de periplo hacia Europa, llegó a territorio español y estuvo meses durmiendo en la calle, aunque finalmente le acogió una familia, comenzó sus estudios y consiguió un trabajo.
Según relata, lo más importante que ha hecho en su vida ha sido fundar una ONG, llamada ‘NASCO Feeding Minds’, para evitar que historias como la suya, su “camino del infierno” –como él define– se sigan produciendo. En el tiempo que lleva en España, ha conseguido “alimentar las mentes de más de 11.000 niños” en Ghana, su país de origen.
“Lo que se tiene que hacer no es ir allí y dar arroz, sino ir y alimentar la mente para que ellos se hagan su comida –apunta– Si me invitan a comer un día me sacian el hambre para un único día, pero si me alimentan la mente, me estás saciando el hambre para 100 años”.
El libro que ha escrito, publicado por ‘Penguin Random House Grupo Editorial’, es para recaudar fondos para esta organización no gubernamental que tiene como objetivo crear una red de aulas de informática en escuelas rurales de Ghana para proporcionar alfabetización digital a los niños y niñas. De este modo, los estudiantes del país pueden disponer de herramientas y conocimientos para desarrollar su talento y tener más oportunidades allí.
Según destaca Ousman, la ONG ha creado ya 19 escuelas y ha ayudado a 11.000 jóvenes, pero “hay que intentar llegar a más niños” para evitar que “caigan en la trampa” en la que él cayó en su momento. “El paraíso está en su casa, pero les falta formación y oportunidades”, insiste.
“VI UN AVIÓN VOLAR Y QUISE SER BLANCO”
Ousman tenía 9 años cuando se marchó de su casa –un pueblo de Ghana en medio de la selva, tal y como él mismo define en el libro– para aprender el oficio de chapista. Asegura que en su país tenía una vida sencilla y feliz pero, un día, mientras jugaba, vio un avión volar. “Lo construyen y lo pilotan los blancos”, le decían los ancianos de allí. “Me contaron que los blancos vivían muy lejos, que eran dioses, y quise ser blanco”, narra.
A partir de ese momento, según confiesa, quiso ser piloto, ingeniero, “todo, menos negro”, y fue eso lo que le lanzó a hacer un viaje sin retorno hacia ‘el país de los blancos’. Pero el camino no fue nada fácil: de sus 46 compañeros iniciales de viaje, solo sobrevivieron seis.
La mafia a la que pagaron, que les prometió llevarles a Libia para llegar a Europa, les abandonó en medio del desierto por el que se fueron encontrando cadáveres a cada paso, según cuenta Ousman. “El desierto está lleno de cadáveres que salpican las dunas”, lamenta.
Según recalca, “más allá del mar Mediterráneo”, existe una travesía a través del desierto de la que “se ocupan” los traficantes “que muchas veces finaliza en la muerte más anónima”. En medio de su viaje entendió que el negocio de esas “mafias” se basa en cobrar y dejar a las personas “abandonadas a su suerte”. “Un negocio cruel, un asesinato a gran escala”, subraya.
Ousman luchó contra las adversidades y los 50 grados al sol, sin apenas agua que beber, durante 19 días. “Sabía que lo peor que me podía suceder era morir, no tenía nada más que perder, solo me quedaba la vida”, incide. Finalmente, logró llegar a Libia, donde trabajó durante 5 años, hasta conseguir el dinero necesario para retomar su camino y poder llegar a Europa en una patera.
“QUE LAS MUERTES DEJEN DE SER SOLO CIFRAS”
“El hecho de removerlo para escribir el libro fue personalmente difícil y duro, pero ha valido muchísimo la pena. Plasmarlo es una forma de humanizar a personas que han muerto en el camino para que dejen de ser solo cifras”, destaca. Para él, el “dar voz” a los “miles” de migrantes africanos a través de su historia “visibiliza una tragedia, tortura y crueldad” que afecta a todos los que deciden migrar desde ese continente.
Pero él no quiere solo relatarlo y, por ello, desarrolló el proyecto que, según sostiene, ha sido lo más “clave” que ha hecho en su vida: la ONG ‘NASCO Feeding Minds’.
De la patera hacia España, llegó a un Centro de Internamiento de Extranjeros (CIE) y terminó en las calles de Barcelona donde, sin un techo, sin conocer el idioma y sin trabajo, tuvo la suerte de ser acogido por una familia catalana.
Aprendió castellano, catalán e inglés. Se sacó el graduado escolar, Bachillerato y selectividad, mientras trabajaba en un taller de reparación de bicicletas para poder pagarse los estudios. Logró graduarse en Relaciones Públicas y Márketing y se sacó un máste de Cooperación Internacional, precisamente con la mente puesta en poner en marcha su ONG.
“No creo que sea una persona exitosa, soy la más fracasada del mundo. Pero en ningún momento perdí la ilusión de cumplir con mi sueño de entender cómo los aviones vuelan”, señala.
Ahora, vive entre Barcelona y su país de origen, donde trata de evitar que los jóvenes tomen la decisión que tomó él de lanzarse al “camino del infierno” y “arriesgar su vida”. “Hay otras vías y el Gobierno tiene que hacer más, dejar de tirar la piedra y ponernos todos juntos manos a la obra”, asevera.
Ousman sabe que tuvo suerte, ya que la mayoría se quedan en el camino. Es por todos ellos, según insiste, por lo que ha querido contar su historia, “hasta que no haya más historias como esta que contar”.