Ahogado por la corrupción

Por: José Antonio Martínez

Pedro Sánchez ha anunciado por sorpresa que se tomará unos días para “reflexionar” si debe continuar al frente del Ejecutivo tras conocerse que un juzgado de Madrid investiga a su esposa, Begoña Gómez, por presunto tráfico de influencias y corrupción a costa de sus negocios. Confiemos en que ese paréntesis se cierre con su dimisión y la convocatoria de elecciones generales.

En su carta a los ciudadanos, Sánchez dice que le urge responderse a la pregunta de si merece la pena continuar al frente del Gobierno “pese al fango en el que la derecha y la ultraderecha pretenden convertir la política” y si debe renunciar o no. A nuestro juicio, la elección es bien sencilla: debe dimitir irremediablemente. Y debe salir por la puerta de atrás porque el fango del que habla no está en la oposición como quiere hacer creer, sino en su propia casa.

El PSOE y su Gobierno están cercados por la corrupción. Ese fue precisamente el ‘leit motiv’ de la moción de censura contra el Gobierno de Rajoy y hay que ver cómo ese mismo argumento se le ha vuelto contra él como un boomerang. El PSOE ha demostrado una vez más que la corrupción circula por sus venas. El caso del Tito Berni, el caso Koldo -que debería llamarse caso PSOE- y los oscuros negocios de Begoña Gómez, con domicilio en el Palacio de la Moncloa, van a dar la puntilla a Sánchez, por no hablar de otro tipo de corrupción, como es la de elaborar una Ley de Amnistía hecha a medida del golpista y prófugo de la Justicia Carles Puigdemont en pago a sus siete votos por seguir en el poder, o la corrupción que supone blanquear al partido de los herederos de ETA, que ha llevado a que Bildu haya ganado a la par que el PNV las elecciones vascas.

Su negativa a reconocer su derrota en las elecciones del 23J ante el PP de Feijóo le llevó a una espiral de medidas y decisiones impropias de una democracia avanzada. Su gobierno Frankestein -único de Europa con ministros comunistas- y su alianza con los enemigos de la unidad de España, no podían deparar nada bueno. Sánchez se embarcó en una aventura que no podía acabar bien. Ahora gobierna un barco sin motor, sin timón, sin vela y sin ancla, por lo que se dispone a abandonarlo. Que no busque enemigos donde no los hay, si acaso esos enemigos de España son los que él ampara a costa de convertir al PSOE en un partido “menguante y subalterno del independentismo” como unas horas antes le recriminaba el líder de la oposición.

Sólo queda confiar en que ese amago de dimisión anunciada a plazos no tenga marcha atrás y el día 29 se confirme y anuncie unas nuevas elecciones generales. Es hora también de que el PSOE reflexione sobre su papel de entrega sumisa al autócrata, pero que lo haga desde la oposición. Ojalá se cierre este quinquenio negro para España, basado en sembrar la discordia y buscar el enfrentamiento entre los españoles.

PD.- Si hay una consecuencia práctica de la posible dimisión de Sánchez es que decaería la tan polémica y contestada Ley de Amnistía, así que a Puigdemont se le derrumbarían sus castillos de arena. Si quiere volver a España que sea bajo su paso previo por la cárcel, como le recordaba uno que ya estuvo entre rejas, Oriol Junqueras, quien le acaba de reprochar que abadonara en su día el gobierno catalán y saliera huyendo de España.