Los besos de los Judas

Por: Laureano Benítez

Hace ya mucho tiempo que descubrí que la ‘Marca España’ consiste en el esperpento, en lo grotesco, en lo ridículo. Desde luego, no ha sido siempre así, ya que podemos ser en la actualidad un país de pícaros, de meapilas y cantamañanas, pero también lo hemos sido de aventureros, de héroes, de capitanes valerosos, de descubridores, de caudillos.

Esta era antiguamente nuestra ‘marca’, pero desde que la izquierda progre empezó a asaltar nuestra cultura y nuestras instituciones, se ha producido un deslizamiento trágico desde lo heroico hasta lo burlesco, hasta el punto de que con mucha frecuencia las lágrimas que debería verter todo patriota al ver los muros derruidos de nuestra patria se pueden metamorfosear en risas, en estruendosas carcajadas, ante el colosal grado de ridiculez que preside la vida nacional.

El último ejemplo llamativo del esperpento nacional ha sido la que se ha montado debido al beso que le dio el presidente de la Federación Española de Fútbol a una jugadora de nuestra selección. Nada más vi el lance, supe con total seguridad que todas las jaurías progres del feminismo pasarían a denunciar este hecho y a pedir la cabeza de Rubiales, acusándole de machista, de agresor sexual, y otras lindezas por el estilo.

Cuando han pasado ya dos semanas desde el lance, se dispone ya de pruebas contundentes que demuestran que el “pico” fue consentido, como se puede ver en los vídeos que han circulado por las redes no abducidas por el globalismo, incluyendo uno en el que la misma Jenny lo afirma, con palabras que son exactamente las mismas que según Rubiales le respondió la jugadora ante su petición de «pico».

Por si esto fuera poco, después de la supuesta “agresión sexual”, las jugadoras desataron su euforia y su alegría en el vestuario y en los días que pasaron en Ibiza. Se da incluso el caso de que la misma Jenny quitó importancia al beso en declaraciones a los medios, hasta el punto de que la misma Sexta se lo tomó como una mera anécdota.

Pero, amigos, a los pocos días todo cambió y, mediante una extraña metamorfosis, comenzaron las denuncias, las declaraciones contra Rubiales, mediante una feroz campaña feminista cuyo objetivo es crear otra batalla donde se victimiza a la mujer y se culpabiliza al hombre. Es así como Jenny cambió su relato, que pasó a ser de denuncia, diciendo que el beso no fue consentido, que se había sentido agredida, y cosas parecidas. El asunto se salió de madre, creando una conmoción nacional que traspasó nuestras fronteras.

Es así como un triunfo resonante e increíble de nuestro deporte se ha convertido en un repugnante acto machista, en lo que hay que ver que el movimiento misándrico ha utilizado un éxito español para cargarse la imagen de España, a la que tanto odia el feminismo, bucle globalista por excelencia. 

¿Quién dio la orden de activar el protocolo antimachista? Pues todas las sospechas apuntan a la Montero, que, a punto de ser defenestrada, quiere dejarnos otra de sus chorradas feministoides. De paso, el esperpento del beso sirve al sistema —junto con el caso de Daniel Sancho— para distraer la atención del desguace de España que se está tramando entre bambalinas.

El caso es que tanto la Jenny, como sus compañeras, como clubs de fútbol, políticos, personalidades varias… todos se han plegado, en un vergonzoso movimiento de cobardía, a los dictados feministas, temiendo que, en caso de decir la verdad, se les caería encima toda la maquinaria grotesca del feminismo. En cuanto a las televisiones… en fin, han sido —como siempre— la voz de su amo, creando la besodemia.

España es diferente, por ridícula, por grotesca, porque aquí suceden fenómenos imposibles de ver en ningún otro lugar del mundo. 

Se podrá discutir o no el componente machista del beso a la jugadora, pero lo que no es materia de discusión es que Rubiales es un maleducado, un grosero, un botarate que no es digno de estar a la cabeza de nuestro fútbol, porque el ósculo a Jenny Hermoso —ya de por sí reprobable— ha quitado la importancia que se merecía al gesto obsceno que hizo Rubiales en el palco, fuera de sí por la euforia de haber conseguido la selección española de fútbol femenina un triunfo tan relevante. Solo por esto, Rubiales no merece seguir al frente de nuestro fútbol, puesto que no sabe controlar sus emociones.

SinPero, claro, al no poderse calificar de machista ese gesto ha pasado más desapercibido. De todas formas, tanto el beso como el gesto obsceno van de la mano, van de lo mismo: Rubiales no supo controlar su euforia, y se calentó. 

El beso de Rubiales es condenable, de eso no hay duda, pero, sin embargo, es absolutamente hipócrita que quienes se rasgan las vestiduras denunciando por el supuesto machismo de ese gañán se callen y no digan nada sobre los grotescos y vomitivos besos de Judas que quienes acusan a Rubiales se dan impunemente con toda una caterva de personajes de una calaña mucho peor que la del presidente de la Federación Española de Fútbol.

Esperpento cum laude es que la progresía que arrasa a Rubiales lleva morreándose desde hace mucho tiempo con vituperables etarras, con golpistas desencadenados, con la peor hez de la política española. Es así como Sánchez se ha morreado con los herederos del asesinato de Miguel Ángel Blanco, y se va morrear con un golpista fugado, sin que estos actos deleznables tengan la condena que merecen, mientras han cargado todas las baterías de la agenda globalista contra el maleducado, el lamentable Rubiales, al que se va a inhabilitar mientras nadie hace lo propio con los asesinos etarras pertenecientes a Bildu que van a estar en el Congreso.

Besos de Judas que vamos a volver a ver en creciente espiral, porque tras los asesinos bildutarras, llegan los golpistas fugados de la justicia, a los que nadie condenará ni inhabilitará por sus delitos, sino que se les asignarán jugosas pagas con cargo a los impuestos que pagamos. Y llega la inevitable pregunta: ¿Se puede besar en la boca a los asesinos que Bildu ha llevado en sus listas? Eso no parece ser un problema, ni un escándalo para la mesnada feminista, para los pretorianos de la progresía, para los medios de comunicación, totalmente comprados.

Y con los innumerables besos de Judas que se han perpetrado desde el 78, hemos llegado a estos lodos: una Patria traicionada, pecio para el desguace, chatarra interestelar. Vedlos ahí, en los hemiciclos, en las cámaras, en los despachos, en las tertulias, besuqueándose con fruición… y, un poco más allá, ved a estos traidores vendepatrias besando en la boca al infernal Baphomet: ¡Besad, besad, malditos!