Terremoto político

Por: José Antonio Martínez

PSOE y Ciudadanos han desatado un auténtico terremoto político en su empeño por desalojar al PP de sus gobiernos regionales en Madrid, Murcia y Castilla y León. En el caso de los socialistas tiene su lógica, pero en el partido de Arrimadas -o lo que queda de él- no se explica pues forma parte de esos gobiernos a los que ahora quiere censurar.

El suelo político comenzó a temblar a primera hora del miércoles en Murcia, cuando PSOE y Cs anunciaban una moción de censura contra el presidente del PP, Fernando López Miras. Lo paradójico es que la candidata al Gobierno regional es  la hasta ahora consejera de Empresa, Industria y Portavoz de ese Ejecutivo, Ana Martínez Vidal. Se trata de un triste cambio de chaqueta o auténtica traición ya que si la censora y candidata de Cs creía tener motivos para censurar al Gobierno de López Miras, lo que tendría que haber hecho era dimitir; pero no, ha preferido levantarse con el PP como compañero de viaje y acostarse el mismo día con el PSOE. Todo un síntoma de falta de ética y de principios morales, atribuíbles a muchos de nuestros políticos.

Los efectos sísmicos de Murcia se hicieron sentir enseguida en Madrid, donde la presidenta del Gobierno, Isabel Díaz Ayuso, se apresuró a reunir a su Ejecutivo para tomar la decisión de adelantar las elecciones autonómicas. Era eso o esperar a que el PSOE atacara con una moción de censura, lo que hizo inmediatamente después con el apoyo comprometido de Ciudadanos. Más Madrid se sumó al espectáculo con una segunda moción de censura.

Los socialistas han reconocido que llevaban un tiempo preparando el asalto a las CCAA donde gobierna el PP, especialmente a Madrid, la joya de la corona que se les resiste desde hacer casi tres décadas. Animados por el éxito de Pedro Sánchez en su asalto a la Moncloa vía moción de censura y su mantra ‘hay que echar a Rajoy’, los socialistas apuestan por este método para alcanzar el poder, incapaces de lograrlo en las urnas. Ayuso lo ha frustrado con su convocatoria de elecciones anticipadas, aunque la Asamblea ha aceptado dar trámite a las dos mociones de censura. Puede que sean los tribunales los que tengan la última palabra.

Los desencadenantes de este terremoto demuestran en realidad lo poco que les importa la pandemia del coronavirus y los terribles daños colaterales sobre la economía y el empleo. En plena crisis sanitaria, económica y social, sin contar la permanente amenaza de los independentistas catalanes contra el orden territorial y constitucional, PSOE, Cs y Podemos se lanzan a por el poder donde no se lo dio las urnas, con una iniciativa que más parece buscar la poltrona que la solución de los problemas que tenemos los españoles.

Si finalmente se celebraran elecciones el 4 de mayo en Madrid, los madrileños tendremos la oportunidad de elegir entre dos modelos claramente diferentes a la hora de enfrentar las crisis mencionadas. Por un lado, el modelo de la izquierda   -incapaz de combatir con éxito la pandemia sin recurrir a mentiras y ocultamientos- basado en restricciones, controles y conculcación de las libertades. Su nunca visto estado de alarma, que les deja las manos libres, no ha servido para evitar el drama de tres millones de contagiados y alrededor de 100.000 muertos, además de los casi seis millones de desempleados, muchos de ellos resultado de sus equivocadas medidas. El PP podrá ofrecer, por el contrario, resultados concretos, como la construcción de un hospital en tiempo récord para enfermos de Covid y al que el presidente Pedro Sánchez y su entonces ministro de Sanidad, Salvador Illa, dieron la espalda quizá por no ser ellos sus promotores. En el plano de la economía, el Gobierno de Madrid ha tenido mucho cuidado en no tomar medidas especialmente restrictivas y evitar cierres para no perjudicar a sectores como el hostelero, muy castigado en otras zonas.

En definitiva, el terremoto desatado por unos políticos poco escrupulosos, pero muy ambiciosos, nos aboca a los madrileños a las urnas. Será el momento de pronunciarse y exigir a las fuerzas políticas enfrentadas que miren más por los intereses generales que por los suyos propios.