Sembradores de odio
Por: El Vigía
La sociedad actual ya genera bastante violencia (guerras, crímenes, ataques al diferente) como para que quienes están en el Gobierno o en sus aledaños se dediquen a azuzar y sembrar odio cuando en apariencia proclaman su rechazo y condena de quienes cometen delitos de odio.
Así se ha visto con toda claridad con el caso de la supuesta agresión homófoba a un joven gay de Madrid que luego resultó ser una denuncia falsa puesto que fueron unas lesiones consentidas por la víctima (sic). Desde un primer momento medio Gobierno se lanzó a condenar los hechos y aprovechar la ocasión para responsabilizar a un partido en concreto, Vox, de generar una ola de odio. Así se expresó la portavoz, Isabel Rodríguez, que hasta utilizó para ello la tribuna de prensa del Consejo de Ministros. Y hasta el propio jefe del Ejecutivo, Pedro Sánchez, que se apresuró a convocar la mesa de seguimiento de los delitos de odio hablando de nosotros (los buenos) no vamos a consentir los ataques homófobos, y descalificando a ellos (la derecha) acusando sin pruebas a algunos partidos de sembrar odio entre los españoles.
Pero quien se ha descalificado él solo es el ministro del Interior, Fernando Grande Marlaska, que parece no olvidar sus tiempos de juez y se lanza a juzgar y condenar a Vox por encender los ánimos de la gente. El jefe político de la Policía actuando de parte. Y cuando sus policías acaban con el montaje de la falsa denuncia, en vez de retractarse y pedir perdón se envalentona aún más y mantiene las graves acusaciones. El ministro del Interior, que debería caracterizarse por la prudencia cuando se investiga un supuesto delito, es el primero en echar leña al fuego. Es algo insostenible en una democracia, pero Marlaska no ve, sin embargo, motivos para dimitir. Ya le echará en su momento su jefe Sánchez cuando se lo quite de enmedio después de haberle utilizado para hacer el juego a Bildu con los presos de ETA, como acaba de hacer con Juan Carlos Campo, a quien usó para que firmara los vergonzantes indultos a los golpistas catalanes, o a Ábalos, a quien encomendó el papelón de las maletas de Barajas de la vicepresidenta chavista de Venezuela.
Es evidente que el Gobierno social-comunista que rige los destinos de España no duda en hacer uso partidista y electoralista de este tipo de agresiones homófobas. Desde acusar a Vox de fomentarlas y estar detrás de algunos de estos hechos criminales, hasta asegurar que Madrid no es seguro, para atacar a la presidenta de la Comunidad, Isabel Díaz Ayuso, a la que no perdonan el gran revolcón que les dio en las urnas hace cuatro meses.
No sería de extrañar que esta estrategia tenga un fin oscuro que les beneficie electoralmente como sería intentar ilegalizar al partido de Santiago Abascal con la excusa de que es un partido ultraderechista que fomenta los delitos de odio. Claro que Sánchez y Marlaska podrían empezar por ilegalizar a otras fuerzas políticas que se caracterizan por su odio ya no al otro, sino a España misma. Tienen donde elegir en un Parlamento en el que la mitad de sus componentes odian a España, pero claro, entonces ¿cómo podría seguir Sánchez en la Presidencia si quienes le mantienen son los herederos políticos de ETA, los golpistas independentistas catalanes, los comunistas hijos de Chávez y otros antiEspaña?